Johan Spies fue el primero en imaginar al arquetípico herr Doktor en el siglo XVI. Fausto era un teólogo misántropo, huraño y, sin embargo, también practicante de magias negras. La ambición de su vida, la cristalización del mayor sueño al que en su delirio aspiraba, era la de alcanzar el conocimiento pleno. La desesperación y el desencanto le empujan a invocar al diablo quien, a cambio de su alma, promete ofrecerle todo aquello que desee. Fausto deseaba, sobre todo, lo imposible, y ningún precio podía ser demasiado alto.
Porque, por definición, se desea aquello que no se tiene.