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miércoles, 26 de enero de 2011

La edad maldita del rock: El club de los 27 (I)

"Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver". Esta perla la soltó James Dean y, como era un hombre de palabra, antes de que se estrenara "Rebelde sin causa", perdió la vida en un cruce cuando otro coche se empotró contra su maravilloso Porsche Spyder a la edad de 24 años (en su defensa, debemos decir que la culpa fue del otro).

A diferencia del nacimiento, que nunca se elige y que, sin embargo, marca para siempre la vida de las personas, a la muerte sí es posible tentarla y es a los demás a quienes conmociona. Culturalmente, es un mito del que nunca escapamos y del que solo tenemos la profecía de su cumplimiento, aunque esté repleta de certeza: sucederá, tarde o temprano.

Hoy trataremos con Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain, Jimy Hendrix y Brian Jones. Porque, ¿saben qué tienen todos ellos en común? Aparte de ser músicos de lo excelente, nos dejaron nada más cumplir dos años más que el cuarto de siglo, la edad maldita del rock: 27 años.

miércoles, 5 de enero de 2011

No se sienta especial


Como cantaba mi admirado Antonio Vega, ser honrado no viene a ser igual que honesto. En lo relativo a finanzas, existen más maneras legales de engañar a una persona que ilegales o alegales, porque robar está bien, pero no hay nada como montar un banco.
Engañar a los hombres de uno en uno es bastante más difícil que engañarlos de mil en mil. Por eso el orador tiene menos mérito que el abogado o el curandero. Santiago Rusiñol i Prats.
Una de estas oscuras e ilegales prácticas se puso de manifiesto hace unos años en Estados Unidos, y fue uno de los timos más exitosos y rentables que se hayan puesto en marcha, al menos por una buena temporada. Contar estas cosas es siempre complicado, porque uno no sabe si está advirtiendo al personal o educando al infractor.

Todo empieza cuando usted, una mañana, digamos, de mayo, recibe una carta.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

La historia de los Magi: oro, incienso y mirra.

En esta era digital en la que nos encontramos, la masificación de la información que recibimos es casi tan grande como su superfluidad. Tenemos un mayor y mejor acceso al conocimiento que nuestros padres, pero no somos más sabios. Somos encontradores de respuestas, expertos en búsquedas instantáneas y amantes del aquí y ahora. Por el contrario, la tradición oral y escrita suele ser siempre rica en matices y detalles para los oídos que quieren escuchar y los ojos que desean ver. Son las historias que nuestros abuelos contaban a nuestros padres en los días de lluvia y cuyo recuerdo se atesoraba con el más preciado celo.

Considero del todo necesario aclarar, antes de todo, que la posición religiosa de este blog es el agnosticismo: la duda es siempre mejor consejera que el desconocimiento aceptado. Dicho esto, se puede continuar leyendo, o no.

martes, 28 de diciembre de 2010

Sobre Darwin y la belleza inútil

Contrariamente a lo que comúnmente se percibe del trabajo de investigadores y científicos (sobre todo a lo que en épocas pasadas se refiere) los descubrimientos que a menudo realizan llegan a chocar frontalmente con sus propias creencias y fundamentos existenciales, mucho antes de que aquéllos cambien (profundamente en ocasiones) los caminos del pensamiento de la sociedad de su época.

Existen numerosos ejemplos de ello en Newton, Einstein, Kepler, Galileo, Bacon o Pascal. Todos ellos tuvieron que enfrentar sus revolucionarias teorías a su propio convencimiento, primero, al “magister dixit” de su tiempo, el que les tocara vivir, después, y a las ya obsoletas creencias a las que sus sociedades se aferraban en ese imparable dogma de fe que se llama opinión pública.

Posiblemente uno de los ejemplos más representativos de este conflicto entre moral y ciencia fue el caso de Charles Robert Darwin al sentar las bases de la teoría de la transmutación, posteriormente conocida como teoría de la evolución.

Al oído de Nicómaco


Jardiel Poncela decía que hay dos tipos de autores: los que aumentan el número de libros, y los que aumentan el número de lectores. Es una de esas verdades escasas y valiosas que uno, a veces, se expone a escuchar por el mero hecho de llevar las orejas puestas, como dijo aquél. Con los filósofos sucede lo mismo. Personalmente, prefiero a los Kant, Descartes, Platón o Aristóteles que se atreven a derribar el universo entero y reconstruirlo después piedra a piedra con un lápiz y un papel.

Mención aparte merecen los escribas, recopiladores, libreros, y en general, sufridos ratones de biblioteca que se encargan después de poner el orden en el caos que los propios filósofos alcanzaron en sus magnas ideas pero no en sus archivos.

Pedazos de papel

Las cosas no siempre son lo que parecen. Sacado de Fmylife.com


Today, I was a TA for a history class and the class was taking a test. About halfway through, I noticed one kid had a small piece of paper in his hand. I ran up the row, grabbed his test, and ripped it into four pieces. Then I took the note from him. It said “I believe in you, -Mom.”

Voy a tratar de traducir:
Hoy, estaba cubriendo la suplencia de un profesor en una clase de historia, y los alumnos tenían examen. Más o menos a la mitad del mismo, me di cuenta de que un niño tenía un pequeño trozo de papel en la mano. Fui hacia su pupitre, le quité su examen, y lo rompí en cuatro trozos. Entonces le quité la nota. En ella estaba escrito: “Yo creo en ti. – Mamá”.

sábado, 24 de mayo de 2008

Un cisne negro


"Rara avis in terris nigroque simillima cygno". Juvenal

La metáfora fue de Juvenal, y lo cierto es que desde entonces se ha usado en numerosas ocasiones para describir cualesquiera sucesos improbables (si no imposibles).

"Es un ave rara en la tierra, casi tanto como un cisne negro".
Resulta curioso comprobar como la mayoría de las cosas que suceden en la naturaleza siguen una forma determinada de azar. Por ejemplo, podemos medir la altura de todos los habitantes de cierta región, y realizar un histograma (es decir, apuntamos en un papel una lista de las alturas posibles, ý anotamos el número de veces que se repiten). Si lo graficamos, saldrá algo como esto:

miércoles, 11 de julio de 2007

Espíritu contable

Se cuenta que Pedro el Cruel trataba de buscar un sabio para que formara parte del Consejo del Reino. Para ello, reunió a los más sabios entre los sabios, y les propuso la siguiente prueba: arrojó varias naranjas en un estanque, y les pidió, uno a uno que las contaran. Recelosos, pero sin temor a equivocarse, todos dieron su respuesta, casi indignados por la dificultad de la prueba, salvo uno.

Éste sabio que restaba por contar las naranjas del estanque se arremangó sus ropajes y se introdujo en el mismo. Ante la mirada atónita de los presentes, tomó las naranjas una a una, calibró su peso, y examinó su aspecto. Cuando hubo terminado, salió del estanque y le comunicó al monarca el mismo número de naranjas que el resto, acertadamente, había señalado.

martes, 10 de julio de 2007

Lorem ipsum vim ut utroque mandamus intellegebat, ut eam omittam ancillae sadipscing, per et eius soluta veritus


Menudo galimatías. Un servidor no estudió latín. Durante las horas en que mis compañeros lo hacían, yo procuraba mirar por la ventana. No es que me arrepienta: al fin y al cabo, la verdad estaba ahi fuera. Hoy sé varias cosas: las clases de latín del instituto no sirivieron de mucho a mis compañeros, no desaproveché tanto el tiempo como pensaba, y la verdad no estaba en ninguna parte.

Al caso, encontré ésta frase en uno de los modelos de edición de blog (quienes poseáis uno en blogspot, ya sabéis de qué os sonaba), y me puse a rebuscar en las marañas de datos cibernéticas para encontrar algún significado a esta especie de trabalenguas latino. Tal y como esperaba, su significado iba algo más allá de la casualidad.

"Lorem ipsum vim ut utroque mandamus intellegebat, ut eam omittam ancillae sadipscing, per et eius soluta veritus", es una frase utilizada por tipógrafos a lo largo de la historia para distinguir las fuentes que usaban. La frase se extrajo de un libro en que Cicerón teorizaba sobre ética, alrededor del año 45 a. C., y significa lo siguiente: "A nadie le gusta el dolor para uno mismo, salvo que lo busque y desee tenerlo, solo porque es dolor." Por supuesto, se aceptan traducciones alternativas: os recuerdo que sigo mirando por la ventana, y que el latín sigue sin ser mi fuerte.

jueves, 5 de julio de 2007

El retrato de Adele Bloch-Bauer


Dentro de unos cuantos días (9 concretamente) se producirá el 145 aniversario del nacimiento de Gustav Klimt. Los amantes del simbolista vienés, uno de los autores que más ha profundizado en la esencia femenina, habrán sin duda reconocido al margen de éstas palabras el retrato de mujer más caro que se conoce (si es que Pollock no quiso representar a una en su "#5"). Es el retrato de Adele Bloch-Bauer.
Adele, la única mujer que Klimt pintó dos veces, se integra armónicamente en el fondo de la obra, y constituye uno de los lienzos de mayor envergadura del austríaco. Nos mira desde la seriedad y el conocimiento, consciente de su superioridad aristocrática, y ama el trabajo de Klimt, que la inmortaliza y la da vida, eternamente. ¿Imaginó Adele que un día su retrato costaría 135 millones de dólares?

A propósito del pequeño artículo publicado aquí mismo titulado "Rembrandt y el gato", nos viene sin duda a la memoria uno de los episodios más tristes relacionados con la obra de Klimt, que relato a continuación. Muriendo éste en 1918, su obra fue requisada en poco tiempo por el régimen nazi, y sus obras, tan preciado botín de guerra, fueron reunidas en el castillo de Immendorf para protegerlas de los continuos bombardeos que sufría Berlín. Al terminar la guerra y observar el rápido avance de las tropas del ejército rojo, los nazis decidieron incendiar la fortaleza, con todas las obras del vienés dentro.

A propósito de esta historia, recordemos a Hobbes: "Las nociones de rectitud e ilicitud, justicia e injusticia, no tienen lugar en la guerra". No eligieron salvar la obra del pintor. Y tampoco escogieron salvar al gato. Más allá de todo esto, provocaron el incendio.

martes, 3 de julio de 2007

Tirarnos de las orejas

Dentro de una hora exactamente, será mi cumpleaños. Shaw dijo que sólo un loco celebra el hecho de cumplir años, y en cierto sentido llevaba razón. ¿Cómo llevamos el hecho de acercarnos al último tic del reloj? Cortázar apuntaba, sabiamente, al describir un reloj: "allá, en el fondo, está la muerte". Pero no se asuste (añadía).

En occidente rápidamente asociamos el envejecimiento con la pérdida de virtudes, la entropía dentro de nuestro desarrollo, el decaimiento. Sin embargo, en oriente la edad es un claro signo de sabiduría (y a nosotros nos llegan esas reminiscencias: de "senes", anciano, proviene la palabra "senado", que sería la cámara de los ancianos o sabios). Asimismo, cuando nos tiramos de las orejas al cumplir años, recordamos una vieja tradición asiática, que nos recuerda que los más ancianos, y por tanto los más sabios, tienen las orejas más grandes.

Pensad en ello la víspera de vuestro aniversario: la muerte es la única promesa que sabemos que va a cumplirse. Recordando a Omar Khayyam, "bebamos, escuchando, sin inquietudes, el vasto silencio del universo".
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