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miércoles, 16 de febrero de 2011

El calendario de Lebombo y los huesos del mago.


El mago giró las cuerdas otra vez. Se equivocaba, aunque desconocía el motivo.

La luz debería reflejar el ángulo correcto sobre la piedra pulida, pero, por alguna razón, no lo hacía. Se limitó a marcar la posición del sol una vez más, pensativo. ¿Se estaban moviendo acaso las piedras sobre las que se sentaba? ¿O era el sol, su único y adorado tótem, quien cambiaba su paseo por el firmamento a su antojo? Los demás le miraban dibujar sobre la piedra con absoluto desprecio: sólo había en el mundo una carga mayor que la de una mujer: la de un tullido.

En el comienzo, el paso del tiempo no les preocupaba. Sobrevivir dependía exclusivamente de su capacidad para cazar y de desplazarse una vez la comida se terminaba. Si la caza tenía éxito, entonces los más débiles debían alimentarse primero. Eso lo aprendieron hacía ya varios inviernos a un elevado coste, cuando perdieron a tres hembras que estaban a punto de ofrecer nuevos hijos a la tribu.

Pero, de eso, sólo el mago era capaz de acordarse. Los más jóvenes únicamente conocían la abundancia y recelaban de sus consejos cada vez que les exigía que no se saciaran bebiendo agua fresca y comiendo carne tierna. Había visto a otros tomar más de la naturaleza de lo que era estrictamente necesario, y ya conocía los resultados.

La tierra y el sol podían ser tan crueles como generosos, pero era necesario comprenderlos. Así que el mago decidió aprender a observar, como tantas otras veces había hecho.

jueves, 8 de enero de 2009

Las 16 cosas que me costó cerca de 50 años aprender

La siguiente es una lista de un columnista del Miami Herald llamado Dave Barry. El nombre del artículo es "16 things that took me over 50 years to learn", o "Las 16 cosas que me costó cerca de 50 años aprender". Las he traducido con mayor o menor fortuna para vosotros. Originalmente las encontré aquí, aunque la web de Dave Barry es ésta.

1. Nunca, bajo ninguna circunstancia, tomes una pastilla para dormir y un laxante en la misma noche.

2. Si tuvieras que definir en una sola palabra la razón por la cual la raza humana no ha alcanzado y no alcanzará jamás todo su potencial, esa palabra sería "reuniones".

3. Hay una línea muy fina entre "hobby" y "enfermedad mental".

lunes, 7 de enero de 2008

Tan blanco


Imaginé el más frío de los inviernos, tan blanco, que no fuera capaz de pensar en otra cosa que no fuera la nieve. La nieve afuera, barriendo de colores las calles en un vendaval blanco que no cesara. Pensaba, tal vez, que pudiera ésta sumergirme en las profundidades de mi propia conciencia, hasta lo más salvaje y primitivo de mí mismo. Tanto, que me confundiera con mi propio colectivo, hasta perder la identidad:

...cuando en las noches quietas y frías dirigía el hocico hacia alguna estrella y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y ya convertidos en polvo, los que dirigían el hocico a las estrellas y aullaban a través de los siglos. Y las cadencias de Buck eran las cadencias de ellos, las cadencias con que expresaban su pena y el significado que para ellos tenían el silencio, el frío y la oscuridad.
En las pesadillas de Georges Remi, todo era blanco, tan blanco, que se propuso la más épica de las aventuras: rescatarse a sí mismo. Perdido, quisiera un Tintín que lo salvara, que emprendiera el camino más largo y angosto hasta llegar hasta él. Que lo arriesgara todo, su vida tal vez. Que el resultado no importara en absoluto.

En el vendaval de nieve de afuera, casi todo llega a perder su sentido. Si no existe una dirección correcta, entonces tal vez todas lo sean. Quizá lo importante no sea la dirección que tomemos, o si la dirección es la que debiéramos tomar. Es posible que lo más importante de todo sea que sigamos de pie, caminando.

miércoles, 4 de julio de 2007

Rembrandt y el gato

Una de esas amistades que nacieron incluso antes de que existiera el contacto físico, esa mirada que te descubre un mundo que tu alma recuerda y que tu cuerpo debió olvidar. Tabula rasa, subconsciente. Una de esas amistades, tan ancestral para mí, se preguntaba hace pocos días sobre el significado de la existencia y lo perecedero de lo que nos rodea. Me hizo pensar en lo que Giacometti llamó la paradoja del Rembrandt y el gato.

Se basa en lo siguiente: os encontráis en una sala que se está quemando, y en la que sólo hay un valioso cuadro del pintor neerlandés, y un gato. La cuestión es la siguiente: si sólo pudiérais salvar una de las dos cosas (pintura o felino), ¿cuál sería?

¿Salvaréis el arte, la condensación de un trazado mágico, el reencuentro con un momento genial, casi imperecedero? ¿O, por el contrario, salvaréis la vida, breve y banal, un sentido limitado de la eternidad, en su fragilidad?

Un reflexivo saludo
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