miércoles, 2 de marzo de 2011

Pida un deseo: Las edades de Fausto


Johan Spies fue el primero en imaginar al arquetípico herr Doktor en el siglo XVI. Fausto era un teólogo  misántropo, huraño y, sin embargo, también practicante de magias negras. La ambición de su vida, la cristalización del mayor sueño al que en su delirio aspiraba, era la de alcanzar el conocimiento pleno. La desesperación y el desencanto le empujan a invocar al diablo quien, a cambio de su alma, promete ofrecerle todo aquello que desee. Fausto deseaba, sobre todo, lo imposible, y ningún precio podía ser demasiado alto.

Porque, por definición, se desea aquello que no se tiene.
Unos tres siglos más tarde, Goëthe retoma la historia, ya soterrada en los sinuosos recovecos del inconsciente popular, hasta convertirlo en el mito que es hoy. Su versión es mucho más crítica con el ser humano: para Fausto la vida no pasa.  Envejece su cuerpo, pero no su espíritu que, alejado voluntariamente de la sociedad que le rodea, permanece ignorante de toda experiencia ajena a su humilde cuartucho y sus libros. La existencia es tan ajena a Fausto como él lo es a la existencia.

Una noche, cansado de imaginar que la vida se le escapa, reniega de dios y clama por su eterno adversario. Mefistófeles aparece, y le ofrece un trato: el miserable precio de su alma a cambio de todo lo que su inmenso pueda ofrecerle.

Una vez más, la tentación de lo prohibido, el sueño de toda mujer y hombre aparecen ante su incrédula mirada. ¿Riqueza? ¿Poder? ¿Amor, quizá?

Fausto no desea nada de eso.

Lo que un anciano doctor, culto y meticuloso en el estudio, de piel cetrina y lánguidos músculos desea, es la juventud. Que Mefisto le devuelva lo que él mismo perdió bajo su propia voluntad. Si su alma es el precio, bien ha de valerlo. Ningún minuto es insignificante, ni aquellos que resultaran después desaprovechados.

Porque también, por definición, se desea aquello que se pierde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...