Engañar a los hombres de uno en uno es bastante más difícil que engañarlos de mil en mil. Por eso el orador tiene menos mérito que el abogado o el curandero. Santiago Rusiñol i Prats.
Una de estas oscuras e ilegales prácticas se puso de manifiesto hace unos años en Estados Unidos, y fue uno de los timos más exitosos y rentables que se hayan puesto en marcha, al menos por una buena temporada. Contar estas cosas es siempre complicado, porque uno no sabe si está advirtiendo al personal o educando al infractor.
Todo empieza cuando usted, una mañana, digamos, de mayo, recibe una carta.
Llama su atención por su inmaculado sobre, la calidad del papel, y hasta la bella tipografía que lo acompaña. Sin quererlo apenas, ha comenzado a leerlo, aunque con cierto escepticismo, como siempre que recibe alguna carta dirigida a usted cuyo remitente no conoce. El lenguaje es fluido, veraz. Lee nombres anotados bajo fotografías de directivos sinceros y sonrientes, todos ellos doctores y dios sabe qué más.
Nota algo extraño, pero no sabe qué es.
¿Tal vez sea el mensaje? Después de releer la carta, se da cuenta de que no le están vendiendo absolutamente nada. No le instan a enviar dinero a ninguna parte. Ninguna princesa armenia requiere ayuda por un problema diplomático. No le están ofreciendo un trabajo remunerado como a un directivo a cambio de 3 horas semanales. Sin embargo, y según la opinión de estos analistas financieros, que tienen los mejores modelos informáticos e información de primerísima mano, el mercado de renta variable va a experimentar una subida en el mes que acaba de comenzar. En el caso de que usted quisiera participar, y solo en ese caso, podría ponerse en contacto con ellos e invertir su dinero en aquellos valores que considere su equipo de análisis.
Entonces usted lo entiende. No es más que un banco pequeño, que está empezando, y busca clientes. En Estados Unidos proliferaron como moscas tras la burbuja de las punto com. Y tira la carta.
A principios de junio recibe una nueva carta. Es muy parecida a la anterior, se dice. Está a punto de tirarla, pero la abre para ver si es spam, porque tiene curiosidad. Pero la carta es algo distinta a la anterior. Comienza así:
Estimado Señor, tal y como nuestro equipo de análisis predijo que iba a suceder, el mercado de renta variable experimentó una notable subida en el mes anterior.
Usted, que es amante de la información rigurosa, lo comprueba en el periódico. ¡Es cierto! Pero piensa que hasta un mono puede acertar de vez en cuando si se le dan las suficientes oportunidades (de hecho, conoce a alguno). Lee rápidamente el resto de la carta hasta que encuentra el párrafo que le interesa, casi al final:
Según la opinión de nuestros expertos, el mercado de renta variable experimentará una nueva subida en el mes de junio.
Este mes, usted comienza a seguir con curiosidad el mercado de valores. Para su sorpresa, vuelven a acertar.
Tras recibir durante meses cartas que predicen fielmente el movimiento del mercado de valores, se decide a invertir. En su mente, esos ejecutivos son gurús con información privilegiada, que se están comiendo la tarta mientras usted intenta ganarse la vida honradamente. ¡Qué diablos! Seguro que el vecino también lleva meses ganando dinero con ellos.
Se decide a enviar una buena cantidad de dinero en metálico a los analistas, y el mes siguiente espera con impaciencia a que llegue la siguiente carta, deseoso de comprobar cuánto ha ganado de la manera más astuta.
Pero no llega. Nunca lo hará.
¿Qué ha sucedido? Imaginen que los "analistas" envían 10.000 cartas a 10.000 personas distintas. En 5.000 de ellas dicen que el mercado de renta variable subirá, mientras que al resto se le dice lo contrario. Con una probabilidad del 100% acertarán en su predicción para uno de los dos grupos. Al mes siguiente, tendrán 5.000 personas que empiezan a sospechar que son unos gurús de la economía. Repiten la estrategia, y a 2.500 personas se les dice que el mercado va a subir, lo contrario para el resto. Cuando han repetido este proceso durante 6 meses, de esas 10.000 personas habrá unas 156 que recibieron la respuesta correcta siempre, y que se están preguntando qué es lo que están haciendo para no enviar todo su dinero. Cuanto mayor sea la ambición de los destinatarios, menos pruebas necesitarán de que los analistas son unos genios de las finanzas.
Y recuerde, no se sienta tan especial.
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