miércoles, 29 de diciembre de 2010

La historia de los Magi: oro, incienso y mirra.

En esta era digital en la que nos encontramos, la masificación de la información que recibimos es casi tan grande como su superfluidad. Tenemos un mayor y mejor acceso al conocimiento que nuestros padres, pero no somos más sabios. Somos encontradores de respuestas, expertos en búsquedas instantáneas y amantes del aquí y ahora. Por el contrario, la tradición oral y escrita suele ser siempre rica en matices y detalles para los oídos que quieren escuchar y los ojos que desean ver. Son las historias que nuestros abuelos contaban a nuestros padres en los días de lluvia y cuyo recuerdo se atesoraba con el más preciado celo.

Considero del todo necesario aclarar, antes de todo, que la posición religiosa de este blog es el agnosticismo: la duda es siempre mejor consejera que el desconocimiento aceptado. Dicho esto, se puede continuar leyendo, o no.

Una de estas apasionantes historias, en este caso escrita, que siempre ha conseguido cautivar mi imaginación, es el episodio de la adoración de los magos de oriente, relatado en el evangelio de Mateo. Y digo magos, y no reyes, puesto que en ningún momento se menciona la condición real de los mismos. Por el contrario, en griego se les denomina 'magos', del persa 'maguš', pues así era como los helenos llamaban a los sacerdotes que seguían las enseñanzas de Zoroastro.

Los magi sabían leer las estrellas, interpretaban los sueños y practicaban el arte de la alquimia, conocimientos a los que por aquel entonces únicamente muy reducidos grupos de personas tenían acceso, y que era suficiente para que los escépticos de la época (¡cómo cambian los tiempos!) los tomaran como charlatanes.

En cuanto a su número, el nuevo testamento (ni el evangelio apócrifo del falso Tomás) no menciona tampoco que sean tres: esto no se decidió hasta que así lo dispusiera el Papa León I en el siglo V, siendo además muy conveniente, dado que fueron tres los regalos que fueron a ofrecer. El primer dato que tenemos del origen de sus nombres lo encontramos en la iglesia de San Apolinar Nuovo, Rávena, en un mosaico del siglo VI.

Por otro lado, la naturaleza de los objetos que ofrecían es digna de atención, tanto por sus características materiales como por la simbología que se les ha atribuido y su gran importancia ritual. Así pues, ofrecieron dones de oro, incienso y mirra, atribuidos a Melchor, Gaspar y Baltasar, respectivamente.

La importancia del oro parece lógica, dado que es un metal precioso cuya posesión indica riqueza y que distinguía (y distingue) a gobernantes de gobernadores, y a reyes de sirvientes, en lo que podría ser una alegoría del reino sobre lo material. La maleabilidad del oro facilitaba la creación de ornamentaciones y joyas, e incluso se pensaba que su ingestión podía retardar el envejecimiento (como vemos, la cosa no ha cambiado mucho hoy en día).

En cuanto al incienso, su importancia es fundamentalmente ceremonial y religiosa. En las tradiciones provenientes de Asia era tradicional encender incienso en el momento de la meditación o de la plegaria, puesto que el fuego, purificador, elevaba el humo hasta el cielo, donde los dioses podrían escuchar con mayor atención. Además, su agradable aroma bien podía relacionarse con la pureza que debe impregnar un lugar sagrado.

En lo que respecta a la Mirra, se obtiene de cierta resina de conífera que solamente crece en Somalia y Etiopía (posiblemente éste sea el origen de que a Baltasar se le represente como a un individuo de raza negra). Pese al desconocimiento que hoy en día puede tenerse de este material (piense en ello la próxima vez que se lave los dientes), la mirra era tremendamente versátil en sus usos: perfumes, tinta e incluso anestésico. Pero tal vez su valor más representativo provenga de su uso como material embalsamador y, sobre todo, curativo.

Sepan ustedes que, en casa de un servidor, esta navidad están de doble celebración. Contamos con un (prometedor) miembro más y esperamos otro (aún más prometedor, si eso es posible) que no piensa aparecer hasta mediados del año que viene. No para ellos, sino para sus padres, despido el post con esta cita: 
Sin lugar a dudas, es importante desarrollar la mente de los hijos. No obstante, el regalo más valioso que se les puede dar es desarrollar su conciencia. John Gay

2 comentarios:

  1. A, ha sido un lujo descubrir tu blog, ¡gracias por la pista! ^^ Y muchas felicidades por el nuevo miembro que verá el mundo a mediados de este nuevo año.
    ¡Un saludo! Y te sigo.

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  2. Gracias Hypathia!

    Por cierto, es un primo (o prima) lo que esperamos :) muchas gracias de nuevo!

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