miércoles, 11 de julio de 2007

Espíritu contable

Se cuenta que Pedro el Cruel trataba de buscar un sabio para que formara parte del Consejo del Reino. Para ello, reunió a los más sabios entre los sabios, y les propuso la siguiente prueba: arrojó varias naranjas en un estanque, y les pidió, uno a uno que las contaran. Recelosos, pero sin temor a equivocarse, todos dieron su respuesta, casi indignados por la dificultad de la prueba, salvo uno.

Éste sabio que restaba por contar las naranjas del estanque se arremangó sus ropajes y se introdujo en el mismo. Ante la mirada atónita de los presentes, tomó las naranjas una a una, calibró su peso, y examinó su aspecto. Cuando hubo terminado, salió del estanque y le comunicó al monarca el mismo número de naranjas que el resto, acertadamente, había señalado.

"¿Porqué has entrado en el lago, has tomado las naranjas, y las has examinado con tanto pudor, sabio?" le preguntó con curiosidad el rey. "¿No te bastaba acaso con contarlas sencillamente, tal y como te he pedido?", dijo. El sabio solamente contestó: "Quería estar seguro de que no hubiera ninguna media naranja".

Este sabio, que superó una de las primeras entrevistas de selección de la historia (y, probablemente, sin saber inglés), fue contratado sin dudar por el monarca.

Ésta es la esencia del contable, sin duda.

[NOTA: También es cierto que Pedro el Cruel no pareció haber oído hablar nunca de Arquímedes (entonces no le habría contratado).]

Un saludo amistoso para los alegres aludidos.

4 comentarios:

  1. ajajá amigos! todo eso está muy bien, pero ¿acaso sabéis de dónde procede el uso de la media naranja, eh? ¿lo sabéis?

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  2. No sé de dónde viene lo de "la media naranja", pero después de leer esto, me hago una idea de la procedencia del “hay que mojarse”. Curiosa historia, sigue contándonos más.
    Un beso.

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  3. Esto es de hace ya tiempo y hablaba precisamente de las medias naranjas.

    Hoy, mi estado anímico me insta a preguntarme qué habría sido de nosotros de no haberse cumplido el castigo que los dioses del Olimpo nos impusieron en el pasado, habiéndonos dividido como lo hicieron en dos y convertirnos, por tanto en seres incompletos. Nuestra desconfianza depositada en ellos fue el detonante de esta cruel condena que hoy aún arrastramos.

    Creo que, según la teoría platónica y ya puestos a imaginar, nos desplazaríamos rodando con ayuda de nuestros cuatro brazos y nuestras cuatro piernas y nuestros pensamientos se complementarían con ayuda de nuestras dos cabezas. Seríamos seres perfectos, completos, aunque, todo hay que decirlo, algo extravagantes, ¿o somos extravagantes ahora y no antes?

    Sin embargo, aquí estamos, divididos, fragmentados, rotos y perdidos.

    Pero lo cierto es que ya no nos sentimos fraccionados, la fuerza de la costumbre ha hecho que nuestro defecto sea lo verdadero, lo deseable. Ya no nos importa encontrar o no encontrar nuestra otra mitad. Hemos aprendido a vivir sin ella. Y cuando por el contrario hemos creído haberla encontrado, la certidumbre de sentirnos extraños nos acomete en algún momento de nuestra vida.

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  4. Jejeje Esther me encanta que seas capaz de relacionar la contabilidad con el amor. Sólo unos pocos románticos y algunos economistas faltos de cariño son capaces.

    Un abrazote

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