jueves, 19 de julio de 2007

Camelia Blanca

 Recuerdo la primera vez que escuché a la Kalogeropoulos rompiendo el silencio de la sala. Callas, antes de que nadie criticara el amargo tono de su voz que la hizo famosa, y que finalmente acabó por desbordar sus interpretaciones. Cuando era una diosa, una encarnación viva de Isis, demasiado buena para ser real. Uno de sus papeles más vitoreados se lo facilitó el personaje de Violeta en "La Traviata", de Verdi, resonando en las paredes de La Scala con tanta fuerza, que los estruendosos aplausos al final de la obra parecían un sonido sin sentido y vulgar.

Hoy quise recordar éste papel, y reflexionar a su vez sobre la maestría del genio de Parma, en una de mis metáforas operísticas favoritas.

Tomen asiento, y disfruten.

Acto I. Es tarde, y la fiesta se acaba. Violeta tose violentamente en un pañuelo de seda bordada, que se tiñe de rojo sangre, y entonces todos los bailes y los volantes blancos de los miriñaques parecen detenerse para contemplar su fragilidad. Y Alfredo espera en el rellano, y duda, porque le fascina la naturaleza de la joven: desea desentrañar el mayor de los misterios a los que puede enfrentarse a un hombre. La pasión le arranca un suspiro del pecho, y finalmente gira el pomo de la puerta. Violeta, asustada, se apresura a esconder su pañuelo.

Tras declararle su amor, Alfredo logra la promesa de la joven: ésta le tiende una camelia (en algunas versiones, una rosa), y conviene con él en que regrese cuando ésta se haya marchitado.

Es uno de los momentos cumbre en la historia de la ópera, y una de las metáforas más bellas que puedan recordarse: "Aunque le arranques todos sus pétalos, no le quitarás a la flor su belleza": Rabindranath Tagore. Violeta agoniza, se muere, y se ve obligada a ocultarlo. Es una mujer "alegre", de dudosa reputación. Ella le entrega una camelia a Alfredo, y también le está entregando su ser, su tiempo. Iuvat vivere.
Violeta es una camelia que alguien cortó, y que, emanando un delicioso perfume, se va apagando poco a poco.

4 comentarios:

  1. La dama de las camelias, de Alejandro Dumas (hijo), es una de las novelas más bonitas que jamás he leído. Y si no te la has leído, deberías hacerlo. No te arrepentirás.

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  2. Lo cierto es que no la he leído :( aunque exceptuando "El conde de Montecristo", Dumas no me gusta (ninguno :P). La pondré en la lista de futuribles! :)

    Por cierto, alguien habrá adivinado que el título de este post hace referencia a su vez a unos versos que Lorca escribió en uno de sus viajes a Galicia. Los pasaré pronto.

    Un abrazote!

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  3. Muummmnnnnn, veo que M. Callas no ha tenido el éxito que merece y que las camelias nos recuerdan impepinablemente a A. Dumas..., yo por mi parte nunca he escuchdo a la Callas y creo que nunca pueda soportar una Opera de Verdi (ni de cualquiera, jijijij)...Me flagelaré como castigo!!!
    Eso si, Alejando Dumas me gusta, pero lo que he leido de él siempre ha tenido que ver con ese mundo de tinieblas del que procedo. Y es que normalmente se conoce los relatos más famosos de él pero fue prolífico en novela gótica y fantástica...Destaco por mi parte Francois Picaud (el anticipo al conde de Montecristo) y el El Castillo de Eppstein...desmenbraré algo a ver si pica el gusanillo...Un castillo donde todas las mujeres que mueren la noche del 24 de diciembre (muchos pensarán...qué estarían haciendo para morir todas a la vez)...éstas no encuentran el reposo eterno, y regresan del más allá atormentando a to quisqui que se encuentra en el castillo....brrrrbrbrbrbrbr se me ponen los pelos de punta!

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  4. Vivir es hermoso cuando se decide que ha de ser así. Que no hay otra manera.

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