miércoles, 4 de julio de 2007

Rembrandt y el gato

Una de esas amistades que nacieron incluso antes de que existiera el contacto físico, esa mirada que te descubre un mundo que tu alma recuerda y que tu cuerpo debió olvidar. Tabula rasa, subconsciente. Una de esas amistades, tan ancestral para mí, se preguntaba hace pocos días sobre el significado de la existencia y lo perecedero de lo que nos rodea. Me hizo pensar en lo que Giacometti llamó la paradoja del Rembrandt y el gato.

Se basa en lo siguiente: os encontráis en una sala que se está quemando, y en la que sólo hay un valioso cuadro del pintor neerlandés, y un gato. La cuestión es la siguiente: si sólo pudiérais salvar una de las dos cosas (pintura o felino), ¿cuál sería?

¿Salvaréis el arte, la condensación de un trazado mágico, el reencuentro con un momento genial, casi imperecedero? ¿O, por el contrario, salvaréis la vida, breve y banal, un sentido limitado de la eternidad, en su fragilidad?

Un reflexivo saludo

2 comentarios:

  1. Soy alérgica a los gatos.
    Y me dan náuseas las bajas colaterales.

    No sé si vomitar o estornudar. No tengo una respuesta. Una duda más y un poco de mal cuerpo, sí.

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  2. EL gato sin duda.
    Para mi el recuerdo ya es vida, pero la vida en si misma vale mas, sea gato o pantera.

    (prometi postear, hasta hoy no sabia ni donde, ni como)

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