jueves, 6 de septiembre de 2007

Palabras desde la cárcel


Una de las primeras definiciones de arte que tuve la pesadumbre de escuchar se basaba en la siguiente afirmación: el arte nace del ocio del hombre. Esto es, en sus inicios, las actividades artísticas ocupaban para el homo sapiens un lugar casual, casi anecdótico. Lejos de estar de acuerdo con lo anterior, la frase en cuestión refleja una gran verdad, y es que de la mayor de las desesperanzas, tanto como de la esperanza en sí misma, han nacido muchas de las mejores obras jamás escritas.

En la soledad de la celda comenzó Cervantes a imaginar las aventuras de un desventurado hidalgo, aquel que gastara tres partes de su hacienda en el comer, y el resto en vestir. Maquiavelo instruía póstumamente a Lorenzo de Medici al escribir "El Príncipe" desde el presidio, al que fue enviado, supuestamente, por alentar la revuelta contra la familia.

Tras la soledad de los barrotes, el hombre parecía tener la necesidad de encontrar un referente, un punto cardinal que pudiera guiarlo, y al no encontrar nada en las paredes vacías, su única referencia no podía ser nadie más que él mismo. Allí, frente a frente con su conciencia, y con mucho tiempo para reflexionar, parecía rescatar las palabras directamente de su alma.

Así, desde prisión, dictó Hitler a Hess "Mein Kampf". Pero de entre unos barrotes también escuchamos, casi setenta años después, la preciosa "Nana de la Cebolla". En Reading, Wilde sigue lamentándose de sus desafortunados amores con "De profundis", y Gandhi se hace más fuerte que las cadenas británicas que lo aferran por las manos, que no dejan jamás de escribir.

Rousseau tal vez pensó en justificar las cárceles, pero llegó algo tarde. Aquino y San Agustín lo llamaban "Ley natural". Curiosamente, desde la cárcel se apoyaba en ellos Martin Luther King para atacar las leyes norteamericanas.

Lo cierto es que, como dijo Shaw, en tanto tengamos cárceles, poco importa quiénes sean quienes las ocupen.

7 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. mmmmm, hacía tiempo que no escribías en tu blog...se ve que no has estado ocioso, jejejej...
    Echo de menos el que no nombres al gran Donatien Alphonse François de Sade, el gran revolucionario de la libertad extrema en pleno s.XVIII. Él también escribió la mayoría de las obras en prisión, y hasta en la cárcel era capaz de poner los princípios éticos "patas arriba"

    ResponderEliminar
  3. "Ay que dura es esta vida,
    qué duros estos destierros
    esta cárcel y estos hierros
    en que el alma está metida..."

    Creo que Teresa de Ávila no lo escribió desde la cárcel, pero hay cárceles sin barrotes. Desde la libertad, ¿se escribe? ¿se escribe bien?

    Me alegra verte de nuevo por aquí.

    Besos.

    ResponderEliminar
  4. Yo añadiría algo más. El acto creativo ha evolucionado siempre cercano a estados psíquicos, en cierto modo, alterados. No solo basta el ocio, sino que es necesaria la alteración de la personalidad (no tiene por qué ser de un modo peyorativo), la necesidad de expresión. ¿Cómo si no hubira podido Wilde escribir De profundis si no es por el sufrimiento al que se veía sometido?

    ResponderEliminar
  5. Hay quien lleva la cárcel consigo. Serán por tanto un hervidero de ideas deseosas de escapar.

    No siempre se descubren las cosas en un golpe del destino, un tropiezo al azar, o una búsqueda en el google. A veces descubrimos porque nos ponen delante el objeto a estudiar o del que aprender. De ahí el apellido que has adquirido.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. La soledad, la desesperación, el aislamiento, la frustración... provengan de cárceles interiores o exteriores, siempre han sido buenos compañeros de la inspiración. Importante es mantenerla cuando se vuelve a la "vida real". E importante es afrontar esa vuelta con la valentía del "Como veíamos ayer..." que le debemos a Fray Luis de León.
    Un beso.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...